No es mucho lo que necesita para honrar a un ser querido que haya fallecido. Cada vez que se detiene a pensar en esa persona —la forma en que se reía, cómo le gustaba su café, esa sonrisa especial que solo a usted le regalaba—, la está honrando.
No es mucho lo que necesita para honrar a un ser querido que haya fallecido. Cada vez que se detiene a pensar en esa persona —la forma en que se reía, cómo le gustaba su café, esa sonrisa especial que solo a usted le regalaba—, la está honrando.