En una de esas platicas filosóficas, un conocido se enojo conmigo por mi forma de pensar, se torno un tanto agresivo. Él insistía en que yo estaba mal, que era absurdo pensar de esa manera, que no conocía de la vida… al final decidí darle la razón.
Miente quien diga que la sociedad está partida en dos, quien señale que “o es blanco o negro”, que la puerta debe estar abierta o cerrada; y es que algunos prefieren tenerla “entre-abierta”. Otros gustan por los grises, la sociedad se divide en miles de opciones, gustos o preferencias, lo que es verdad, la diversificación social es palpable; el miedo, el odio y la victimización también.
Estamos viviendo la decadencia de la sociedad, los mexicanos viven en la victimización de lo que fue y que nunca pudieron alcanzar, de lo perdido, de lo olvidado; una educación guiada en la sumisión. Toman como suyo cualquier comentario lanzado al aire; como cuando Martha Debayle dijo que no hacía radio para jodidos; todos los jodidos se indignaron. Como cuando Nicolás Alvarado publicó una peculiar columna, pero en especial una florida frase: “Me irritan las lentejuelas de Juan Gabriel, no por jotas, sino por nacas”; lo crucificaron y renunció a su puesto.
“La presentación de la renuncia de Alvarado a la dirección de TV UNAM por presión social debido al contenido de su columna sobre Juan Gabriel es un desenlace desafortunado que afila la tentación de censura e inhibición de expresiones por estar en desacuerdo. Y eso debería preocuparnos a todos. Nos haya gustado o no el texto.” – Dice Dario Ramírez en su columna “Jotas y Nacas” publicado en Sin Embargo.
Debemos de aprender a lidiar con la incomodidad de expresiones que nos parecen absurdas, dañinas y ofensivas. Son tan valiosas como cualquier otra. A todo esto, sugiero un poco de piel más gruesa.
Matanzas en centros nocturnos, marchas, mentadas de madre en supermercados, homicidios por amor y tweetazos retrógadas cada vez se vuelven más comunes.
Conforme incrementa la “apertura”, más radicales nos convertimos. Asumimos que tenemos más derechos y posibilidades de demandar y esto hace que nos volvamos intolerantes con la gente en términos comunes, porque ahora la gente ya no está acostumbrada a convivir con los otros. Nos estamos volviendo individualistas con comportamiento de animales salvajes.
Hoy veo a muchos latinos enojados por el triunfo de Trump, arremeten contra él y contra los que votaron a su favor. En nuestro afán por pertenecer a una de las principales potencias hacemos todo lo posible por meter la cuchara y obligar a un país que no es propio a que los acepte; insultamos, agredimos y pendejeamos. Tendemos a odiar el racismo pero pagamos con la misma moneda a quien nos mire feo.
Tenemos una sociedad cada vez más enojada e intolerante, y no es vano y tampoco es sólo perceptual, tenemos razón para estar enojados por una gran cantidad de factores sociales, culturales y políticos, pero el hecho de que alguien piense diferente a mí, no significa que yo o él este mal.
Hoy la energía no se pierde haciendo deporte, sino buscando saber quién tiene la razón, defendiendo su postura desde lo animal. No se trata de saber qué es lo mejor o peor, si marchas a favor de la familia o del matrimonio homosexual, si gana Trump o pierde Hilary. Nada está bien, nada está mal, sólo existe el libre pensamiento, la democracia y la libertad de elección. No es grave saber quien dice SI o quien señala el NO, lo grave es buscar imponer y no asimilar que el otro puede pensar como se le de su chingada gana.
Regalemos el derecho de expresión y hagamos caso omiso a situaciones en las que no simpaticemos. Ambos son parte del diálogo político social de una democracia. Tan peligroso es el que veta la libertad de expresión, como el que la busca menospreciar la opinión de los demás.
Dejemos la incongruencia de lado. Hace unos días muchos lloraban por la muerte de Juan Gabriel, pero miles estaban marchando en contra de la homosexualidad. Unos tantos odian a Trump por sus declaraciones racistas, pero México vive y respira xenofobia por parte de los mismos mexicanos. Todo lo que nos molesta de los demás nos ayuda a entender lo que en realidad somos; somos espejo.
Dejemos de pensar, y comencemos a sentir, no busquemos entender a las personas, sino aceptarlas.
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