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Pensando creativamente

Axel Zamudio 29 October, 2014 No Comments on Pensando creativamente
Pensando creativamente

La creatividad puede ser un camino para incrementar nuestra realización personal en todos los aspectos de la vida. Y aunque no hace mucho sólo se hablaba de ella en el marco del ámbito artístico, lo cierto es que las economías globales del nuevo milenio han aprendido a valorar mucho más habilidades como la innovación, la capacidad de reinventarse y transformarse, la imaginación y otras destrezas creativas. Las nuevas tecnologías, los increíbles descubrimientos y el espíritu emprendedor que han caracterizado las últimas décadas han sido el resultado del pensamiento creativo.

Sir Ernest Rutherford, premio Nóbel de química, contaba una anécdota que es un gran ejemplo del espíritu creativo que engendra el éxito. La historia cuenta que, en cierta ocasión, recibió la llamada de un colega que estaba a punto de ponerle cero a un estudiante debido a su respuesta que había dado al resolver un problema de física, a pesar de que admitía que su respuesta era correcta.

La pregunta del examen era: demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda del barómetro. Para los que no tuvimos la suerte de estudiar física, o no conocen la teoría en cuestión, un barómetro es un instrumento parecido al termómetro, utilizado para medir la presión atmosférica. La teoría dice: “la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares distintos nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares”.

De manera que la respuesta obvia era medir la presión en el primer piso del edificio y luego medir en la azotea, para así determinar la altura del edificio.

Sin embargo el estudiante había respondido: “llevo el barómetro a la azotea y le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio”.

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema al resolver el ejercicio, porque había respondido a la pregunta correctamente. No obstante, esta respuesta no demostraba su dominio de los conceptos teóricos que el maestro quería evaluar. Sir Ernest sugirió que se le diera al alumno otra oportunidad. Se le concedieron 6 minutos para que respondiera la misma pregunta, debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado 5 minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunto Sir, que si no sabía la respuesta, contesto que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.

El minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: “tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída con el cronómetro. Después utilizo el tiempo de la caída y la constante de aceleración para calcular la altura del edificio”.

El maestro no tuvo otra opción que darle la nota más alta a pesar de que esta respuesta tampoco ilustraba la teoría en cuestión. Al salir de la sala de clase, Rutherford le preguntó al joven qué otras respuesta tenía. Respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, tomas el barómetro en un día soleado, mides su altura y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

También puedes tomar el barómetro y marcar en la pared su altura una y otra vez hasta que llegues a la azotea. Al final multiplicas la altura del barómetro por el número de marcas que hiciste y ya tienes la altura del edificio. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero, y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad  al descender el barómetro en la trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.

En fin, concluyó, existen muchas formas más de hacerlo. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con este la puerta de la casa del portero y cuando abra decirle “señor portero, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo”.

En este momento de la conversación, cuenta Rutherford, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema, que consistía en medir la presión atmosférica en el punto más bajo del edificio y luego el más alto, y así calcular la altura del edificio. Evidentemente el estudiante afirmo que la conocía pero que, durante sus estudios, sus profesores habían querido enseñarle a pensar creativamente y eso era lo que él quería hacer.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, quien no sólo llegó a convertirse en físico, sino que obtuvo el premio Nóbel de física en 1922 y es más conocido por que fue el primero que propuso un modelo atómico compuesto por un núcleo con protones y neutrones, y los electrones que los rodean. Además, fue uno de los pioneros de la teoría cuántica.

Aprender a pensar creativamente y entender que puede haber cientos de soluciones para un mismo problema es una gran muestra de un desarrollo nivel de inteligencia. Pero la creatividad es algo que todos podemos desarrollar. La expandimos cuando nos atrevemos a innovar y a ser originales; cuando asumimos riesgos y tratamos nuevas opciones; cuando agregamos el toque personal a lo que hacemos, evitando seguir los mismos caminos trillados de siempre.

Texto extraído del libro: Los genios no nacen se hacen: como programar tu mente para triunfar y ser feliz. By Camilo Cruz.
Adaptado por Axel Zamudio.
 

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Comunicador & Speaker; Enfocado a la transformación y el despertar de consciencia. A los 15 años me perdí, me encontré y descubrí la vida trabajando en un circo.

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