En política, en clase de comunicación organizacional, en temas de liderazgo, una y otra vez se menciona el nombre de Adolf Hitler.
Recuerdo que estaba escuchando una conferencia (pésima por cierto, que hasta le dediqué una crónica “clic aquí”), y el ponente comparó a Martin Luther King con Hitler.
Según él, 2 líderes pero distintos; uno transformador y otro dictador.
Hitler, corre bajo la misma historia cliché del jóven clase-mediero, luchador y optimista, que fué rechazado de la mejor Universidad (Academia de Bellas Artes de Viena), y que después, comenzó a trabajar de obrero, haciendo tareas de albañilería y limpieza, pero que al llegar al poder, se despegó de los cimientos.
Además de conocer a Hitler por los millones de muertos durante su mandato, es identificado por ser inflexible, rígido, nacionalista, racista, por su falta de empatía y capacidad por escuchar; un verdadero destructor de la creatividad de los demás componentes del equipo, aunque para muchos; la imagen firme, segura e impositora fue la parte impulsora de su “éxito”.
Hitler impuso por la fuerza su ideología. La misma que nunca resultó después de la guerra, ni como modelo económico ni como ideología, porque no buscaba el bien para todos.
Un líder no impone, no somete, no divide, no segmenta; suma.
Ser líder es hacer crecer a las personas, no controlarlas y menos amenazarlas, es inspirar a través de la coherencia, el respeto, la visión, la pasión, el coraje y el compromiso.
Es hacer el bien para uno y para los demás, es influir positivamente.
“Liderar implica mucho más que mandar o dirigir. Liderar es asumir una responsabilidad gestionando un equipo de personas y manejando recursos de toda índole. Liderar es animar, motivar y capacitar a los miembros de ese equipo. Liderar es escuchar. Pero sobre todo liderar es acompañar”. – Jorge Salinas.
Afirmar que Hitler era un liíder nato, es como aplaudirle al “Chapo” Guzmán por su determinación, es como decir que la película “Lobo de Wall Street” es un ejemplo de perseverancia y éxito, que como diría el Coach Mauricio Bock “ese personaje representa drogas, promiscuidad, engaño y autodestrucción; una triste historia de un rico pobre”.
“El mundo de las grandes cifras, rodeado de glamour y lujos, se retrata para los jóvenes; seduciéndolos, pues presenta lo que muchos quisieran obtener gracias al poder y al dinero. Pero no es más que una visión inmediatista del poder y del dinero…” – Así lo dijo Alejandro Meza en su artículo “Lo que ‘El lobo de Wall Street’ (no) nos enseñó” para la revista Forbes.
Seamos conscientes de compartir una visión analizada de lo que propagamos como ejemplo. No podemos admirar una competencia sin descubrir el fundamento.
Lideremos desde el ser y no desde el tener. #HazQueSuceda
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