Hay momentos en que no hay más remedio que hacerlo: levantarnos, poner distancia y establecer el contacto cero. Lo hacemos para recuperar el control de nuestra vida y sobre todo, para higienizar emociones, dignidades y para ser tratados como lo merecemos, como personas con derecho y legitimidad para elegir qué queremos y qué no.
Algo que nos demuestra tanto la psicología del desarrollo como la cognitiva, es que la mayoría de nosotros no estamos preparados para ponernos de pie y dejar algo. Nuestros mapas cerebrales están cableados para establecer relaciones, para conectar social y emocionalmente. Así, cuando de pronto resuena en nosotros ese sistema de alarma que nos avisa de que algo es «malo», de que un vínculo nos está causando más dolor que beneficios, es más que común resistirse.
Lejos de romper esos lazos, los maquillamos. Y lo hacemos revistiéndolos de las más sofisticadas sombras, capas y correctores. Mediante autoengaños (esto es temporal, seguro que cambia), a través de objetivos ficticios (mañana le diré lo que pienso y daré fin a esta falsa amistad) e incluso mediante los más complejos mecanismos de defensa (represión, negación, aislamiento…). Se nos olvida, de algún modo, que los finales son tan necesarios como los inicios.
El miedo, lo queramos o no, siempre estará ahí, tanto a la hora de desprendernos de algo o alguien como cuando la vida nos conduce a una nueva etapa. Por ello, hay veces en que el mejor camino para permitirnos entrar con mayor dignidad en ese otro ciclo es estableciendo el contacto cero respecto a quienes en un momento dado nos trajeron un mismo sabor: el de la infelicidad.
Contacto cero para recuperar la esperanza
Hay decisiones que deben darse desde la seguridad y la fortaleza. Para ello hay que aprender a moldear lo que muchos psicólogos denominan «emociones crudas». Este tipo de dimensión psicológica la podemos constituir a través de tres enfoques, los cuales, aunque complejos de llevar a cabo, pueden traernos buenos resultados:
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Primero, pensemos en las posibles consecuencias que pueden darse si no damos fin a esa relación, a ese trabajo, a ese vínculo con alguien determinado… (estrés, sufrimiento, pérdida de la salud)
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Segundo, debemos ser capaces de un aspecto muy simple. Esclarecer qué queremos para nosotros mismos, por ejemplo: quiero sentirme bien y recuperar el control de mi vida. Al fin y al cabo, debemos conocernos con la suficiente solvencia como para saber qué nos conviene y qué nos origina malestar. Una vez lo tengamos claro, nos reafirmaremos en esas dimensiones.
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Tercero, hay que asentar el deseo de cambio frente a la sombra del miedo. Hay que focalizarse en el impulso de mejora frente a esa dimensión conservadora donde cronificar la misma infelicidad.
Tras reflexionar en dichos aspectos iremos dando forma a esa emoción cruda con la cual, aunar convicción y fuerza personal para tomar una decisión firme donde no quede espacio para el miedo o la inseguridad. Asimismo, una vez ejecutado el propósito e informada esa o esas personas sobre ello, valoraremos si aplicaremos el contacto cero o no.
¿En qué casos es recomendable aplicar el contacto cero?
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Aplicaremos el contacto cero en aquellas relaciones desgastantes, ahí donde es necesario dejar atrás la relación afectiva con un narcisista o con una amistad que comparte esos mismos rasgos destructivos.
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Relaciones con familiares donde el daño es continuado (y no hay indicios de cambio, sensibilización o mejora).
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Asimismo, el contacto cero también es recomendable cuando dejamos atrás un entorno laboral y a unos compañeros que han vulnerado nuestros derechos
No vale solo con poner cierta distancia, con esperar a que las cosas cambien o a bajar el rostro y seguir alimentando un jardín plagado de malas hierbas. Un escenario que no nos identifica. Tenemos pleno derecho a decir «no quiero más sufrimiento» y, tras ello, arrancar nuestras raíces de ese lugar para no volver a tener contacto con quienes habitan allí.
Contacto cero para liberarnos de la tiranía de ciertos vínculos
Hay relaciones, personas y dinámicas que deben llamarse por su nombre: maltrato emocional, manipulación, abuso, vínculo traumático, compañeros o jefes tóxicos, familias egoístas o amigos falsos. Esclarecer lo que ocurre con esas personas nos ayudará también a tomar decisiones con mayor seguridad.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que el contacto cero en estos casos simboliza el pleno derecho a establecer límites. Implica nuestra firme resolución de liberarnos de la tiranía de esos vínculos que han ejercido su poder durante un tiempo con un único fin: anularnos física y emocionalmente. Asimismo, representa también nuestra única garantía para proteger la autoestima e integridad psicológica.
No hay que tener miedo por tanto a la hora de tomar dicha decisión. Es más, tampoco estamos obligados a justificarnos ni a dar demasiadas explicaciones sobre el por qué de nuestra elección. Cuando uno asume que lo mejor en esa nueva etapa es la distancia firme y ese contacto cero con el que poder sanarnos y reiniciarnos, no hay por qué perder más energía explicando algo que, seguramente, la otra persona no entienda.
Si decidimos marcharnos, hay que hacerlo con propiedad y con perspectiva de crecimiento, no con sentimiento de culpa. Porque las decisiones que se toman para salvaguardar la integridad y la felicidad sirven también para hacernos dueños de nuestro destino, arquitectos de un futuro con mayor esperanza. Y, en esos caminos, la carga de la culpa no tiene lugar ni sentido.
Vía: Lamenteesmaravillosa.com
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