Solemos buscar la abundancia equivocadamente en la dimensión material y económica. Sin embargo, la verdadera riqueza y prosperidad surgen al reconectar con el ser. Es entonces cuando sientes que aquí y ahora tienes lo que necesitas para ser feliz.
Todos hemos sido condicionados, programados y adoctrinados para regirnos desde un viejo paradigma. Es decir, un sistema de creencias basado en la ignorancia del ego, el cual nos aleja de la sabiduría de nuestra propia esencia. Estamos convencidos de que el bienestar y la felicidad dependen de la satisfacción de nuestros deseos. De ahí que nuestra principal motivación sea saciar nuestro propio interés.
Sin embargo, cuanto más queremos que la realidad se adapte a nuestras necesidades y expectativas, más egocéntricos nos volvemos y más sufrimos. Esta es la razón por la que solemos sentir un gran vacío que no conseguimos llenar con nada.
En este sentido, existen nuevas corrientes sociales posmaterialistas, como el decrecimiento, la simplicidad voluntaria, el movimiento slow, el downshifting incluso el epicureísmo. Todas ellas promueven disminuir el nivel cuantitativo de nuestra vida para incrementar el cualitativo. No en vano, la auténtica abundancia reside en nuestro interior. Cuanto más altruistas somos, más felices no sentimos.
Y entonces, ¿qué es la abundancia? Metafóricamente, vendría a ser como un manantial, una fuente de bienestar, felicidad y plenitud que está en lo más profundo del ser. Pero hay que profundizar para llegar hasta él. Para acceder a este manantial, es fundamental interiorizar algunos puntos:
Explora el contraste en tu vida
La mayoría de personas somos pobres espiritualmente. Es decir, estamos totalmente desconectadas del ser, de nuestro manantial interno. Por eso solemos experimentar vacío, escasez y malestar. Curiosamente, solemos creer que la causa de estas desagradables sensaciones tienen que ver con nuestra pobreza externa. En la medida en que gozamos de cierta riqueza material, muchos experimentamos un clic. De pronto al decorado no le falta de nada, verificando que nosotros somos lo único que falta en nuestra vida. Gracias a este contraste nos damos cuenta de que la verdadera abundancia no viene de afuera, sino que nace de adentro.
Cuida de tu cuerpo preventivamente
Existe un primer tipo de abundancia: la física, la cual consiste en gozar de salud y de energía vital. Solo por el hecho de que nuestro cuerpo funcione ya podemos sentirnos abundantes. Y si no, preguntémoselo a quienes están aquejados de enfermedades o han sufrido algún tipo de amputación. La salud es nuestra verdadera naturaleza; la enfermedad es un síntoma que pone de manifiesto que algo está fallando. De ahí que sea fundamental cuidar nuestro cuerpo de forma preventiva por medio de un adecuado descanso, una alimentación sana y consciente y un ejercicio físico regular.
Practica la sobriedad
Muchos solemos tapar nuestro vacío con todo tipo de sustancias y adicciones. Pero más allá de buscar la gratificación instantánea por medio del placer a corto plazo, es esencial aprender a sostener y aceptar el aburrimiento y la ansiedad que sentimos cuando dejamos de parchear nuestro malestar. En este sentido, es fundamental abrazar la sobriedad, la cual nos permite comprender que el verdadero bienestar no tiene nada que ver con lo estímulos externos, sino con el conexión con el ser. Cuando vivimos conectados nos damos cuenta de que no necesitamos nada de lo de fuera para sentirnos completos y felices. El primer paso consiste en armarnos de valor para desintoxicarnos de todo lo que utilizamos para evadirnos y narcotizarnos. En este caso, la recompensa viene a medio plazo.
Cultiva la generosidad y el altruismo
Existe un segundo tipo de abundancia: la psico-espiritual, la cual consiste en sentir amor y felicidad. Más allá de desear y esperar que nos quieran, comprometámonos con amar. No en vano, el verdadero amor beneficia más al que ama, que al que es amado. Curiosamente, la generosidad y el altruismo son la forma más elevada de saciar nuestro egoísmo. Cuando damos desde el corazón, recibimos mucho más de lo que imaginamos. Así, lo que favorece nuestro bienestar espiritual es lo que compartimos, ofrecemos y entregamos a los demás. Procurando el bienestar de los demás es como encontramos el nuestro.
Desarrolla la compersión
Si bien en general nuestras relaciones están tiranizadas por la comparación, la envidia y los celos, existe una emoción completamente opuesta: la compersión. Se trata de sentir alegría por la alegría ajena, admirar los talentos que vemos en otras personas, así como aplaudir el éxito ajeno. Cada vez que veamos a alguien abundante y feliz, bendigámoslo, pues quiere decir que nosotros también podemos sentirnos de esa manera. Y cada vez que conozcamos a alguien que ha conseguido algo que a nosotros nos gustaría lograr, felicitémoslo, pues significa que también es posible para nosotros. La envidia nos destruyen y empequeñecen; en cambio la admiración y la compersión nos nutren y engrandecen.
Entrena el agradecimiento
Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestra realidad, sino la percepción que tenemos de ella. En general solemos quejarnos constantemente cuando las cosas no son como nos gustarían que fueran. Esa es nuestra pobreza. La verdadera riqueza nace cuando valoramos lo que tenemos, disfrutando de lo que está a nuestro alcance. Esta actitud nos llena de positivismo, alegría y buen humor. Lo cierto es que nuestra capacidad de valorar y agradecer es tan infinita como lo es nuestra imaginación. Irónicamente, la mayoría empezamos a valorar lo que teníamos justo en el momento en el que lo perdemos.
Orienta tu vida al bien común
Hay que diferenciar entre objetivo y resultado. Nuestro objetivo no puede ser ganar dinero o tener abundancia. Más que nada porque pensando así solemos corrompernos. En cambio, si nuestro objetivo es generar riqueza, abundancia y prosperidad para otros, entonces el dinero viene como resultando. De este modo podemos actuar de forma completamente íntegra. Las personas verdaderamente abundantes son aquellas que han descubierto su razón de ser, desarrollando una vocación de servicio orientada al bien común, aportando el máximo valor añadido. Si quieres abundancia de la buena, encuentra la manera de ayudar y beneficiar al mayor número de personas haciendo algo que te apasione hacer.
En la medida que ponemos en practica estas claves, terminamos verificando que la abundancia no nace por las cosas que tenemos, sino por las sensaciones que sentimos. Que la riqueza no se logra por lo que tomamos, sino que se crea por lo que aportamos. Y que la prosperidad no se mide por lo mucho más que podemos acumular, sino por lo mucho más que podemos entregar.
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