Soy amante de Lucía, mi bicicleta. Normalmente la invito a pasear por las tardes en carretera. Pero esta vez fue diferente.
Las últimas semanas han sido de una lucha constante, de un conflicto interno; de replantear mi vida y resurgir proyectos, cerrar y abrir círculos, pensar a futuro. La duda, la incertidumbre y la ansiedad regresan. Se manifiesta.
Estaba de regreso a casa, a unos 20 km. Tenía tiempo sin salir a pedalear. En una de las intersecciones un carro con un señor pelón al mando golpea de lado mi llanta trasera. No me dolió, no me caí, sólo fue el susto. De momento me dio mucho coraje – ¡¡Puta madre mi rin!!. Pero yo tuve la culpa. No quise escucharme, el universo sólo se encargó de mandarme la señal en ese señor pelón que golpeo de lado la llanta trasera de mi Lucía.
El universo es perfecto; todo lo que nos sucede es una manifestación de nuestro inconsciente, todo lo creamos. Una expresión de cambio inminente, pero nos negamos a escuchar, comenzamos a señalar y justificar.
– ¡¡Pinche viejo pelón que no viste que venía en mi bici!!.
¿Atraemos los accidentes?
Concientemente nadie quiere estar involucrado en un incidente, pero no es de querer; es lo que debe ser. Nuestros modelos mentales son los que mandan. La realidad es un espejo de lo que sucede en nuestro interior.
Los accidentes son un grito desesperado de ira, culpa, acumulación de frustración en alguien que no se siente libre para expresarse, es también una muestra de rebeldía contra la autoridad. O por el contrario, una excelente arma para aquellos que sienten que pierden terreno y atención. Permite recurrir a otros para que se compadezcan y curen sus heridas; genera unión por lástima. ¡Vénganme a ver, estoy accidentado!.
Cuando los conflictos internos siguen en boga, nuestro nivel vibracional disminuye, por lo que estamos propensos a accidentes, enfermedades incluso robos. Aquel señor pelón que golpeo mi llanta trasera, fue la más fiel manifestación de la vida diciéndome “gira, genera el cambio, abre camino; este ya no funciona”. No quería verlo, me estaba negando.
Cada que algo malo nos sucede, hay algo mal en mí. Somos reflejo de lo que nos rodea y lo que nos rodea nos refleja.
Hace unos días a una conocida le robaron su carro, histérica me contó su historia. La verdad es que le hicieron un favor de quitar de su vida lo que ya no suma. Si uno se niega, la vida se encarga de eliminar para que la esencia pueda salir. Cómo van a entrar ideas nuevas, cómo te va a llegar la inspiración si no das espacio para ello. Si tienes todo lleno no entra más nada.
Antes de maldecir, buscar culpables y gritar ¿Por qué a mí?, pregúntate ¿Para qué a mí?. Qué hay detrás, a qué me resisto, qué necesito modificar y escuchar en mi interior.
Para que vueles más alto, la vida no te quita las cosas, te libera de ellas.
Hay que cambiar la culpa por la responsabilidad, fluir, soltar y recibir. Somos más que lo que vemos, percibimos y sentimos. Somos procesos y energía que está en constante cambio y transformación.
Existe otra naturaleza sutil y espiritual perfecta que nos comprende y abraza. ¡Somos seres infinitos y llenos de abundancia en un mundo perfecto!. Cuando nos resistimos, la vida nos empuja.
Hoy Lucía ya no existe más en mi vida, la remplacé por Tomás; una hermosa bicicleta Giant 29 que desde hace un par de meses deseaba y que la vida se encargó de ponerla en el momento justo en mi vida.
A veces peco de buenos deseos e ingenuas intenciones.
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